lunes, 30 de enero de 2017

DEL TRIGO MAS LIMPIO, LA HARINA MAS BLANCA


Desde que puso en marcha la flamante fábrica de harinas, al momento y desde el primer día de producción, fue muy fácil liderar el mercado dentro de la provincia, todo era sencillo, no era necesario preocuparse de nada, la fábrica funcionaba con la inercia rutinaria de cada día. Con maquinaria de prestigiosas marcas como: José Pané S.A., Morros S.A., Daverio y Cia S.A., este último fabricante hizo llegar desde suiza la maquinaria más actual e innovadora para las nuevas instalaciones.
Pasados los años bajó sustancialmente su peso en el sector, su antigua manera de pensar era un inmenso mar de miedos, los acontecimientos lo anulaban para encontrar soluciones acertadas a esos ataques del mercado con una competencia del sector cada vez más voraz.  Y comprendió, el miedo que dejaba crecer en los rincones de su mente era mucho peor y corrosivo que la situación real cuando se mostraba en el momento presente. Aquello que le daba un miedo terrible nunca llegaba a ser como tiempo atrás había imaginado.
Llegó el día en que hubo de enfrentarse a las adversidades, antes su antigua manera de pensar daba más importancia en lo que podía ir mal que en lo que podía ir bien para mejorar la producción y la consecuente venta de las harinas.
Las conclusiones llegaron a tiempo, eran necesarios los cambios constantes, tanto si eran esperados como si no y al poco tiempo las nuevas creencias fomentaron una nueva actitud y nuevos comportamientos de los trabajadores, fue sencillo, pronto dieron con la posibilidad de obtener del trigo más limpio la harina más blanca con una calidad excelente.
Los cambios del mercado ya no les afectaban, más bien generaban y lideraban los cambios que se sucedían en el ramo de las harinas y sémolas.
La clave ante los inminentes acontecimientos se resumieron en: previsión ante los cambios del mercado, control del cambio, adaptarse al cambio, aplicar cambios en la fábrica, disfrutar con esas mejoras y seguir atentos a los posibles nuevos cambios día a día. Así fue como desde los años 30 hasta los años 70 la fábrica era un referente a seguir dentro de la industria del país.

















































sábado, 28 de enero de 2017

TRAICIONADO POR LA VIDA


Me acerco a la entrada, en mi mano derecha una bolsa de plástico con todo lo que me queda de mi vida en su interior. Trato de abrir la gran puerta forjada en hierro, está cerrada, señal de que no hay nadie. Me giro, no hay nadie, miro hacia un lado y a otro, nadie, todo sigue tranquilo a las 15:45, hora del café en el bar de la plaza mayor. Aguardo sentado en las escaleras, ya no noto mis dedos de los pies, intenso frío siberiano de invierno, de hoy no pasa este asunto, me digo con tono rotundo, mientras, la larga espera me desespera.
A lo lejos el Sr. cura caminando a ritmo pausado y tranquilo, víctima de una pesada digestión por los excesos del menú de los lunes, se dirige a las puertas de la iglesia.
Me separo de la entrada, el párroco entra y yo me cuelo tras él, como de costumbre a estas horas no hay feligreses tal y como tenía planeado.
El cura me lanza una mirada despectiva a la vez que me observa con detalle.
- Buenas tardes, ¿en que puedo ayudarle? 
- Quiero que me confiese. El cura inicia el camino hacia el confesionario. Le agarro del brazo, fuerte y amenazador. 
- Prefiero que me confiese en un banco y al descubierto. 
- Pero hijo, el lugar ideal es el confesionario. 
- Presiono su brazo izquierdo de manera violenta. Estamos en confianza padre, ¿Ya no me reconoce?. El cura sonríe y asiente, pero no le resulto familiar.
- De acuerdo. empecemos, ¿Cuáles han sido tus pecados?. 
- No, no me ha entendido Sr. Padre. Quiero que me confiese… que me confiese sus propios pecados, porque dios sabe recibir de todos, pero luego no da nada a nadie. Noto sus intentos por liberar su brazo dolorido, tras mi reflexión, su rostro palidece. 
- No, hijo, esta es la casa de Dios abierta a todos los hombres, dispuestos a explorar la palabra del señor. 
- No, eso no es así!!,,,, Acerco mi rostro a su mejilla, que trata de alejarse. En invierno la calle es fría y sé que mi aliento es puro alcohol, pero, ¿Será por este fuerte olor que usted me cerró tantas veces la casa del señor por las noches?, o será que para entrar en dicha casa, ¿uno debe llevar mejores vestiduras?. Esos son los pecados que quiero que me confiese sin rechistar y de una vez por todas. 
- Hijo no te reconocería, no era mi intención...
- No me llame hijo, por favor!!!. Aún no he terminado, quiero que siga confesando. Usted sabe que lo perdí todo, primero mi mujer, el trabajo, luego la vitalidad, mi hogar y mis hijos. Pero antes de todo eso, yo colaboraba con esta parroquia, para ahora no recibir ni la mas mínima ayuda. ¿Así me lo paga dios?, ¿esa es su palabra?.
- No, él dice: ama a tu prójimo como a ti mismo. 
Las piernas del cura temblaban, en su interior pensaba en un desenlace inesperado de aquella molesta situación.
- Tampoco compartió mi dinero con los pobres, ni lo compartió conmigo mismo que pasé a formar parte del bando oprimido de esta sociedad. 
- ¿Qué buscas?, ¿Quieres dinero?, preguntaba, sudando y con voz temblorosa.
- Quiero explicaciones. ¿Porque dios permite que mueran los inocentes y deja vivir a los culpables?, ¿Porque permite que se levanten tremendos templos en su honra y que la gente duerma en la calle?.
El se arrodilla en el suelo y me pide clemencia, agarrado a mis pies, no recuerdo sus palabras con exactitud, lo que sí recuerdo es que no me hizo cambiar de opinión. Aunque fuesen sus últimas palabras lanzadas por esa boca distorsionada. 
Lo que si recuerdo es lo que le dije yo, eso no lo olvidaré nunca. 
Llegados a la conclusión de que la palabra de su señor Dios ya no es convincente para mí, debo acabar con esta lengua charlatana que tantos sermones dejó ir y que yo mismo había escuchado años atrás.
Me tumbo sobre él, con una mano abro su boca, él se resiste sin éxito, entre las mandíbulas le coloco un crucifijo que le arranco del cuello para mantenerla abierta, saco su lengua de charlatán, la estiro con fuerza y con la frialdad que merece el instante, sin piedad alguna y yo reencarnado en Poncio Pilatos, termino por .....
En la calle ya suenan las sirenas, la policía armas en mano y apuntando hacia la puerta ya me reclaman.
Por fin consigo mi cometido, con lo único que me queda en esta vida en el interior de mi bolsa de plástico, a partir de ahora ya podré disfrutar por largos años de un techo y algo de comer para llevarme a la boca.