domingo, 6 de julio de 2014

MONASTERIO DE LAS ESPINAS


Su origen data de la época medieval, inicialmente solo había una iglesia, hasta que se pasó a su ampliación adosando una edificación para su uso como convento. 
Pasaron a regentarlo, en diferentes épocas,  varias congregaciones religiosas, una de las más importantes fue la compañia de Jesús y  más adelante llamados Jesuitas. 
En los últimos tiempos fue habitado por monjas, las cuales dicen que gozaban de una santa protección. Eran monjas de clausura, con una vida sedentaria y austera. Dedicaban su tiempo a prestar servicios de ayuda a los más necesitados y financiaban todas sus necesidades con los donativos y limosnas que recibían. Algunos hacían sus donativos solo con el fin de liberar sus conciencias de malos pensamientos o cargas, pensando que en el momento en que la muerte viniese a por ellos, los ángeles, los escoltarían sin reparo hasta las puertas del cielo y así librarse del merecido infierno.
Poco a poco, y a lo largo de los años, las monjas  acumularon una gran fortuna, todas las monedas y reliquias recibidas se guardaban en una estancia del convento. Es curioso, puesto que todo ese tesoro no era custodiado minuciosamente, ni vigilado, ni encerrado bajo llave con medidas de seguridad de aquella época. Varias personas de la comarca habían tenido la oportunidad de ver el exhuberante tesoro, según dice la leyenda, todos quedaban cegados por aquel brillo e inmensidad de preciados sacos rebosantes de monedas de oro, joyas de orígenes dispares, piedras preciosas procedentes de infinidad de lugares del mundo, etc.
Todos ellos coincidían, después de contemplar el hallazgo, en las mismas explicaciones, al estirar los brazos para poder tocar todas aquellas preciosidades, una fuerza sobrenatural les había impedido acercarse o tocarlo. 
Hoy día se sabe con toda certeza que aquel tesoro nunca salió del convento, ya que las monjas nunca prestaron interés en llevárselo y que ha seguido disfrutando hasta nuestros días de aquella misma protección del más allá. Aún hoy sigue acercándose gente al lugar con la intención de hacerse con semejante botín, aunque antes se ven obligados a cruzar un pequeño campo donde las espigas son como espinas, éstas penetran con fuerza atravesando la ropa y el calzado hasta clavarse en el cuerpo, dando aviso al visitante de la protección de la que goza el lugar.  





















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