domingo, 8 de noviembre de 2015

PRECIOSO ORO ROJO


La luna apenas iluminaba las calles aquella noche de primavera de 1976, vuelta tras vuelta en el viejo camastro, brisa marina que entraba por la ventana entreabierta del dormitorio y rozaba sus mejillas con suma suavidad. El cansancio de su avanzada edad hacía inútil conciliar el sueño, siempre destinaba unos minutos involuntarios a divagar por sus pensamientos antes de quedar rendido en manos del sueño más profundo y renovador. 
Entre el sueño y la realidad le vino a la memoria el día en que pudo dejar la pesca tradicional y estrenar aquel artilugio recién llegado de Inglaterra para bucear por el fondo marino y dedicarse a recolectar el preciado coral rojo usado en joyería. La recolecta del coral rojo estaba bien remunerada y algunos pescadores pudieron pasar a una mejor vida.
El artilugio recién llegado de Inglaterra era un traje de lona, un casco metálico a modo de escafandra, unas botas de 16 kilos de peso cada una con la función de mantener al buzo en pie en el fondo del mar, todo ello estanco al agua y conectado mediante tubos con unas bombas de aire accionadas desde la embarcación. 
Cada mañana durante el desayuno, con la vista fija en aquel dibujo enmarcado y colgado en la pared, típico de las familias que se dedicaban a recolectar lo que ya era llamado el "oro rojo", y antes de sumergirse, sentía la necesidad de recitar unas oraciones ante la virgen de los dolores a la cual le ofrecía restos de tesoros marinos: conchas, caracolas, corales, etc...
Fueron años de frecuentes accidentes y muertes a causa de las desconocidas enfermedades descompresivas provocadas por el buceo de profundidad, dejando también innumerables secuelas a sus practicantes. Más adelante se hicieron estudios sobre la fisiología del buceo y los protocolos a seguir para evitar el riesgo de accidentes.
Tras aquel recuerdo acabó dormido en un profundo sueño, la muerte aprovechó para fusionarse en un frío abrazo con él y acompañarlo hacia la eternidad, dejando el mundo de los vivos sin familiares ni descendencia, dejando su casa tal y como la heredó de sus padres, en la cual había nacido y vivido durante toda su vida.
La antigua casa de pescadores es la única en toda la calle provista de un horno de leña y los vecinos siguen confeccionando su pan tradicional un día por semana como hacían sus antepasados, manteniendo intacta la casa, las pertenencias del querido anciano y guardando con rigor la intimidad de todo lo que se respira en su interior.


















2 comentarios:

  1. ¡Qué cariñosa y respetuosa reacción por parte de los vecinos!Digna de admiración. La historia es tierna desde principio a fin y la guinda la aportan tus imágenes llenas de sensibilidad, respeto y delicadeza. ¡Chapeau, Jordi!

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    1. Gracias Carmela Lopez!!!
      Este reportaje lo hice con mucho respeto y con detalle. Estuve toda una mañana para realizar estas fotos. Desde luego el lugar era impresionante, era como si todavía estubiese en vida el anciano y hubiese salido a dar una vuelta. La historia es estremecedora e inquietante,
      Un saludo
      Jordi Vall

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